De todos los micromachismos que las mujeres
sufrimos a diario, el mansplaining o “machoexplicación” es
uno que me irrita particularmente. El hombre que, en tono paternalista y
superior, se ve con la capacidad intelectual de explicar a la mujer, ese ser
inferior, asuntos que él piensa que de otra manera no somos capaces de
entender, es una muestra del machismo que, a veces, puede pasar desapercibido.
Creo que todas hemos vivido situaciones de este tipo: en el trabajo, por parte de compañeros o de nuestros jefes; al ir a comprar un coche o a pedir un préstamo; en el tiempo de ocio, con amigos que, llegado el momento de conversaciones más profundas, adoptan un tono de voz especial y te dan el argumento “final”, el que ya no tiene posibilidad de rebatirse, en su opinión, y que es fruto de su superioridad intelectual y de su preparación imbatible; y, cómo no, en el terreno familiar siempre está aquel que se cree en la obligación de explicarte cuestiones políticas, de educación o de religión.
Creo que todas hemos vivido situaciones de este tipo: en el trabajo, por parte de compañeros o de nuestros jefes; al ir a comprar un coche o a pedir un préstamo; en el tiempo de ocio, con amigos que, llegado el momento de conversaciones más profundas, adoptan un tono de voz especial y te dan el argumento “final”, el que ya no tiene posibilidad de rebatirse, en su opinión, y que es fruto de su superioridad intelectual y de su preparación imbatible; y, cómo no, en el terreno familiar siempre está aquel que se cree en la obligación de explicarte cuestiones políticas, de educación o de religión.
Contra esto me planteo, como profesional de la
educación, cómo transmitir a mis alumnas de primaria la mirada violeta e
impertinente que las capacite para, primero, darse cuenta de este micromachismo
y, segundo, no permitirlo y enfrentarse a él.
Tengo claro que la coeducación es el pilar
fundamental y, a partir de ahí, una formación desde los tres años que incluya
el empoderamiento femenino, la educación afectivo-sexual, la autoestima y la
asertividad. A mis alumnas de los cursos superiores, les hago
observar los estereotipos que aparecen en los libros de texto y las incito a
constituirse en rebeldes de género contra las injusticias que se cometen contra
ellas, incluso en sus hogares, con respecto a sus hermanos varones. No me
olvido tampoco de mis alumnos, claro está, en la educación en y para la
igualdad.
Es una tarea difícil pero ¿quién dijo miedo?
Que sutiles y peligrosos los micromachismos, estan con nosotras, cerca, se introducen por las rendijas de una conversacion, un momento compartido de trabajo, relax, en familia, con amigos y amigas, en la calle, en una tienda...
ResponderEliminarSolo la educacion y la sensibilidad hace posible descubrirlos y reaccionar contra ellos.
Gracias por recordarnoslo . Maria